1 abr 2011

La abuela




La última vez que estuve en Belver  me dio unas fotos que el abuelo llevaba en la cartera. Eran fotos de cuando cumplía con su tarea de perdedor de la guerra en las minas de Mequinenza. Las necesitaba para un libro de mi amigo Germán. Desde que murió el abuelo, a ella le encantaba contarme cosas de aquellos años. Aprovechó para criticar No hay silencio como el de la nieve. Los libros son para gente culta, dijo más o menos, que van a pensar de ese lenguaje tan soez. ¿Y qué es eso de matar un cura en la página dos? Me alegró saber que había dejado el mensajero de San Antonio para leer otra cosa.